martes, 7 de diciembre de 2010

LEER Y ESCRIBIR

Todo el mundo sabe que en este tiempo, a diferencia de otras épocas, leer y escribir son habilidades obligadas a desarrollar, así pues, son una necesidad y un objetivo del siglo XXI. Sin embargo, es triste que haya un alto índice de analfabetismo y aún más triste que haya un porcentaje escandaloso de lo que Emilia Ferreiro denomina “iletrismo”, entonces, si esto está sucediendo y, de hecho, puede ser verificado con nuestros ojos ya que solo basta con mirar a nuestro alrededor es porque definitivamente hemos fracasado en aspectos fundamentales en la enseñanza de estas habilidades.
Ahora, no todo mundo aprende a leer y a escribir en la escuela, hay personas que lo hacen en casa, son un padre, una madre … tío o tía con vocación de maestro quién induce al niño a desarrollar estas capacidades presentes en todos los seres humanos y lo más sorprendente es que estos niños de verdad aprenden a tomarle gusto a la lectura y en algunos casos ellos mismos producen textos estupendos, es posible que un buen método, una buena actitud y un buen texto se relacionaran para crear a un niño gustoso de los libros. Podemos ver el ejemplo de Héctor Abad Faciolince quién desde niño comprendió que la lectura transformaba, lo supo porque lo evidenció en su padre y porque este no dudo en charlar con él y formar conversaciones con las miles de aventuras que un simple niño cualquiera en ese entonces pudiera haber leído, niño que hoy en día es de los mejores escritores de nuestro bello y contradictorio país. 
Pero bueno, por lo general la mayoría de niños aprenden a leer y a escribir en la escuela, por lo menos los que pueden acceder a ella. Entonces, vemos en este proceso la cara de maestros amargados y frustrados, cartillas incoherentes  y totalmente descontextualizadas, y niños aburridos, temerosos y desmotivados de las lecturas. Se aprende a leer y a escribir con un libro guía o la tan nombrada “cartilla” que pareciera reemplazar la labor del maestro, ya que este descuidada y confiadamente deposita en ella la responsabilidad para llevar a cabo estos procesos de formación en el individuo. Por lo anterior, podemos ver que la figura del maestro, tan importante en los procesos de enseñanza- aprendizaje ha ido perdiendo su validez por mérito propio, parecen más esclavos del sistema que cualquier otra cosa, seres que simplemente obedecen,  que no reflexionan y que últimamente han olvidado su postura crítica ante las diversas situaciones presentadas en el aula, consecuencia en la mayoría de los casos de los errores garrafales de los gobiernos, de políticas mal sostenidas e infundadas que sólo han contribuido al desangre de la educación.
Por ende, no tenemos un solo problema, tenemos varios y todos apuntan al rechazo del gusto lector y a la negación o el miedo quisquilloso de publicar lo que se escribe, lo que es peor, no se escribe. Problemas que tienen su origen en las malas prácticas de enseñanza promovidas en muchos casos por los mismos ministerios de educación, los gobiernos y las entidades mismas que deberían velar por la ilustración de todo el pueblo. No sólo basta con saber leer y escribir como si este fuera el fin del proceso, hay que originar políticas escolares que promuevan la práctica diaria de estos procesos sin que esto represente desagrado e imposición en los aprendices. Como lo dice el señor Héctor Abad, resulta absurdo tener que defender un punto que debería defenderse por sí solo, la lectura es como un ritual que nos abre la puerta a mundos a los que sólo podemos llegar por medio de la lectura, es una invitación a la exploración de la cultura, del ser humano, de las maravillas de la creación vueltas relato, no se puede inyectar el gusto por ella de forma tajante y sin sentido. Hay que tomar en cuenta lo planteado por el profesor Wilson Gómez en el texto “¿Por qué vendió su cartilla Pinocho? El problema del saber leer y escribir conlleva a un  replanteamiento de la educación que debe ser  actualizado y contextualizado, debe replantearse el perfil de los maestros e, igualmente, crear herramientas verdaderamente útiles como lo son las cartillas de texto en el proceso de enseñanza. No debemos sentarnos sólo a juzgar el comportamiento similar, por no decir exacto, de todos los niños con respecto a Pinocho, ya que es comprensible que este vendiera su cartilla.